Quizás, desde mi punto de vista, una de las más injustas y notables ausencias en el listado de los premios Nobel, ha sido la del médico Albert Calmette (1861-1933) y el veterinario Camille Guérin (1872-1961). En 1906, Guérin había descubierto que la inmunidad contra la tuberculosis sólo era posible cuando había en el organismo bacilos tuberculosos. Partiendo de dicho hallazgo, ambos comienzan a desarrollar una forma atenuada del Mycobacterium (Bacilo Calmette-Guérin-BCG), que sirviera como vacuna contra la tuberculosis.
Muy recomendable es el trabajo de nuestro Amigo Dr. Galán Torres, «Calmette y Guérin. El triunfo de la voluntad», donde nos acerca a la historia del desarrollo de dicha vacuna y como tras diferentes avatares, en 1921 consiguieron usar un concentrado de BCG para vacunar con éxito a recién nacidos en la Charité de Paris. Como aperitivo, pueden consultar la conferencia que en 2018, el Dr. Galán impartió en la RACVE al respecto .
Nominados de manera repetida para el Nobel, en especial en los años 1928, 1930 y 1932, finalmente no fue posible la consecución del galardón, que reconocería un trabajo que dio un paso de gigante en la profilaxis frente a tuberculosis, y con el que se ha conseguido salvar millones de vidas. A día de hoy, la BCG sigue siendo la vacuna de referencia en muchos países para la lucha contra la tuberculosis. Además, también se emplea como tratamiento inmunoterápico contra el cáncer, al ser capaz de accionar el sistema inmune para atacar los tumores. En los últimos meses ha recobrado de nuevo protagonismos por la posible generación de inmunidad frente al coronavirus.
Cortesía del Dr. Diego Conde.