En más de una ocasión hemos solicitado a los escasos lectores de la escasa bibliografía sobre la Historia de la Veterinaria española que se produce en el país, que nos hicieran llegar sus recensiones, o al menos sus opiniones sobre las obras, algo que, a tenor de los resultados, creemos que no ha tenido mucho éxito.
Por esa razón, y en aras de la coherencia personal, seré yo en esta ocasión quien se lance al ruedo y ofrezca una descripción y un análisis crítico de la obra en cuestión.
Cabe señalar muy en primer lugar, y para aviso del respetable, que, como bien decía Orwell (Rev. Politics and letter, verano de 1948, en su artículo “Los escritores y el leviatán”, recopilado en “El poder y la palabra. 10 Ensayos sobre lenguaje, política y verdad”. Ed. Debate, 2017, p. 116), “A falta de alguna pauta aceptada o alguna referencia externa que pueda dar sentido a la afirmación de que tal libro es “bueno”, o bien es “malo”, todo juicio literario consiste en inventar una serie de reglas para justificar una preferencia instintiva”.
Y, desde luego, nada más cierto, ya que uno tiene afinidad por los autores que lee habitualmente porque conoce su obra, la ha leído, porque es de su agrado. Y ello porque le gusta, con lo que un nuevo libro de ese autor conocido ha de ser muy flojo para que se califique como malo. Personalmente tengo la íntima satisfacción de conocer en profundidad la obra, completa, del Dr. Ángel Salvador, y la he leído y criticado desde el lejano 2005 en que nos conocimos y le pedí que me permitiese leer su primera tesis doctoral. Posteriormente sus sucesivos trabajos de investigación en Historia Veterinaria, han venido siendo sistemáticamente, piezas contundentes, bien estructuradas, reuniendo todas ellas la mayor cantidad de datos posibles de las fuentes primarias (que maneja con soltura, y acopia, tras décadas de ejercicio), aunque como él bien sabe, le cueste entrar en el juego posibilista de las hipótesis a falta de datos o tiempo, dada su afición a pisar tan sólo suelos firmes, lo que le induce instintivamente a frenar mucho antes de que haya riesgo. Una crítica habitual que le he hecho llegar en su momento.
Ese puede ser un reproche a su obra, el que nunca novele, sino que afirme radicalmente, no dejando a la imaginación del lector sueño alguno. Esto que puede ser un inconveniente para el lector común, al que puede sustraerle algo de entretenimiento, es una bendición para el investigador avezado, pues le proporciona alimento concentrado, proteína pura, sin burbujas de aire ni añadidos espurios, todo utilidad, en suma. Y este es el caso. Por ello, y sin ninguna duda, este es un libro que hay que tener, y no solo leer, ya que fácilmente hay que volver a sus páginas una y otra vez, si se trabaja el tiempo y el objeto en que se centra este libro.
Pasando ahora a la contemplación de su contenido, con respecto a su temática, el autor ha hecho un meritorio ejercicio de síntesis de muchos años de investigación y estudio, centrado en la etapa principal de la Ilustración en España, época que conoce muy bien, y más concretamente en la génesis, nacimiento y desarrollo de una institución fundamental para entender la veterinaria española: la Real Escuela de Veterinaria.
Se trata de la fusión final de las múltiples piezas desarrolladas en sus investigaciones, añadida por los últimos hallazgos aportados, que a la postre han resultado fundamentales para dar forma completa al edificio inicial de la Real Escuela, sus desarrollos expansivos a lo largo del tiempo, y su final 70 años más tarde, forzado por el lugar donde se instaló y el crecimiento de la ciudad donde se albergaba. Todo ello trufado con las referencias a sus protagonistas destacados, y a los secundarios que intervinieron en diferentes esferas a lo largo del tiempo. Todo ello convenientemente expuesto en una secuencia cronológica lineal, a la que no le falta un apartado previo cuya existencia precisa ser conocida para seguir adecuadamente la línea temporal con suficientes garantías.
Pero no solo, ya que es capaz de integrar personas con protagonistas, lugares y ciudades (en especial la inducción que produjo la institución en el urbanismo de la época), la proyección social de la Escuela, puesta de manifiesto por las visitas de reyes y séquitos. Por todo ello cabe señalar que, tras este libro, su tema principal se puede dar prácticamente por concluido y resuelto. Pocas dudas caben ya. Incluyendo los nombres adjudicados a lo largo del tiempo a nuestro primer centro de enseñanza, que acabe quizás de una vez con el famoso y archiutilizado nombre de “Real Colegio Escuela”, que tanto (y tan mal) viene siendo empleado sin sustento documental alguno.
Excelente la cantidad, calidad y disposición de las abundantes notas a pie de página (más de 400), que muchos agradecemos, ya que nos evitan entorpecer la lectura fluida del texto, buscando las referencias al final del libro, y vuelta a empezar.
Cabe destacar igualmente el empleo de un léxico que invita a leer casi corriendo el texto, promoviendo la glotonería de conocimientos, por una parte, y originando que se nos acabe pronto el libro (lo que invita a la relectura). Pero, desde luego, el autor siempre ha estado mucho más imbuido de la sobriedad castellana, que del barroquismo literario en su expresión escrita.
También tenemos un testimonial “pero” (más que nada para que no se nos acuse de amiguismo en la crítica), que se ubica en la p. 19, y que refiere el desconocimiento del origen de la única imagen conocida del edificio, una “litografía sin datar”, afirmación esta que nos extraña dado que el autor conoce perfectamente, desde 2017 al menos, que proviene del libro de José Loubet que lleva por título “Colección de herraduras o demostración del arte de herrar”, fechado en 1843, además de que dicha imagen original tiene en el pie la inscripción “Escuela Nacional de Veterinaria”, denominación que, como bien indica el autor en el apartado correspondiente, está datada entre 1836 y 1843. (ENLACE)
Resumiendo, cabe decir que aquellos que no han tenido el privilegio de seguir la producción escrita del autor a lo largo del tiempo, se benefician de este último regalo que une todos los eslabones de la serie en un trabajo final, evitando localizar y ordenar sus trabajos, y constituyendo por ello el más adecuado epílogo de una coherente línea de investigación, al parecer y salvo ulteriores y poco probables hallazgos, ya completada, consecutiva y a nuestra disposición.
Con respecto al continente, se trata de una edición excelente, y por ello apreciable, que expresa a primera vista el cuidado casi amoroso en la elección de tipografía y disposición del texto en las páginas. En todo caso se trata de un libro que honrará nuestra biblioteca, y que deja de manifiesto el criterio del autor en cuanto a cómo deberían ser los libros.
Bien provisto de la iconografía explicativa, abundante sin duda, y a la que solo le falta que aumentara mágicamente de tamaño al separar pulgar e índice sobre las imágenes, cual se tratara de una tableta informática. Hábitos que vamos adoptando a medida que se resiente el aparato visual.
Siguiendo con la iconografía, el autor nos presenta una novedosa relación de la Historia de la Veterinaria con la Historia de la Arquitectura, en un prodigioso ejercicio de transversalidad (como se dice ahora), en la más pura tradición humanística: “el que sepa, que nos enseñe”. Y claro está, los que más saben de edificios son los arquitectos, y, de esta manera P+S estudio de arquitectura, sobre la base de los datos obtenidos en la búsqueda archivística, nos ofrecen la explicación minuciosa de la radiografía completa y bien detallada de la hasta ahora desconocida Real Escuela. Ahora ya sabemos cómo era nuestra primera Escuela de Veterinaria, dónde estaba, qué incluía, y por qué ya no está. Extraordinario (poco habitual).
No cabe duda de que hay que felicitar a la Organización Colegial Veterinaria Española por su fino olfato y su esfuerzo en la edición de este magnífico exponente del saber y buen hacer de los autores, confiemos en que continuará en esta tarea.
Y naturalmente a los autores, en especial al Dr. Salvador, que, con esta, ya tiene en su haber dos magnas obras que perdurarán en el tiempo para todos nosotros y los que vendrán detrás.