Está escrito que en Ciencia no hay verdades absolutas. Si se trata de Historia, ejemplo de materia viva, siempre hay que estar abierto a un nuevo hallazgo o a una nueva interpretación. Y de ambos casos no faltan ejemplos en Historia de la veterinaria islámica en la Edad Media, de los doctores Mañé Seró y Vives Vallés.
No es mi intención realizar una amplia reseña de la obra en un tiempo en el que hacer spoiler, o sea, destripar el contenido, nunca ha estado tan perseguido. Pero no quiero dejar de comentar las importantes y documentadas aportaciones que a la historia de la veterinaria española realizan nuestros Amigos. Y digo veterinaria española, pues en éste como en otros ámbitos, mucho quedó aquí de la permanencia durante siglos de los seguidores del islam. Se acabó leer que, por generación espontánea, la albeitería hispana resalta en Europa durante los siglos XVI y XVII, sin comparación con el resto de países, en los que de la salud de los équidos se ocupan caballerizos y herradores. Y así fue, pero es a los albéitares árabes, reconocidos profesionales, a quienes debemos la gloria heredada.
Ese resplandor tiene su origen en la albeitería islámica. Ya en el siglo XII dispone de normativas que obligan al veterinario a contar con acreditación profesional, la ichaza, y a disponer de permiso para ejercer en un determinado lugar. El conocimiento profesional es frecuentemente transmitido de padres a hijos, pero también existe lo que conocemos como formación por pasantía, es decir, un aprendiz que acompaña en todo momento a su maestro, al que abona un importe económico además de prestar su servicio, y que se va formando tanto práctica como teóricamente en la profesión. Es exactamente el modelo transmitido en todos sus puntos a la albeitería hispana, su heredera, que se mantiene vigente más allá de la apertura de la Escuela de Veterinaria, hasta la desaparición del Real Tribunal del Protoalbeitarato en la primera mitad del siglo XIX.
Sobre la relación de autores y obras de la veterinaria islámica, solo puedo exponer mi admiración, y decir que realizarla, está al alcance de poquísimos autores.
Gracias a los profesores Mañé y Vives. Deseo que mantengan la ilusión por continuar con sus investigaciones, deducciones y publicaciones. Otros historiadores las disfrutamos, y aprendemos.
Aprovechando la reseña tan acertada que realiza el Dr. Salvador Velasco quiero añadir que he leído los cuatro libros de los que son autores la Dra. Cinta Mañé y el Dr. Vives Vallés.
Estos libros tienen la ventaja de tener un formato cómodo para poder acompañarnos, a modo de vademécum, para ser leídos con comodidad en cualquier parte en la que gocemos de tranquilidad. (Reconozco que mi último libro de 5 kilos de peso no es fácil de trasportar y menos de digerir).
Esta colección debería figurar en las bibliotecas de los investigadores y estudiosos de la “Historia de las Ciencias Veterinarias”.
El volumen n.º 4, como los anteriores, es una excelente obra que brilla por sí sola por los datos bibliográficos tan profundos que recoge, y que no es normal hallarlos reunidos en un solo libro dedicado a la historia de la veterinaria islámica. Cualquier trabajo sobre esta materia que no cite este libro demostrará que su trabajo es imperfecto y falto de investigación.
Aunque ya les reiteré a los autores mi enhorabuena por el conjunto de la obra (que estoy seguro que la enriquecerán con otro volumen) vuelvo a felicitarles por esta iniciativa. No es fácil investigar, tampoco es fácil escribir, más difícil publicar y mucho más difícil que le reconozcan a uno el mérito del trabajo que lleva la edición de un libro a costa de su propio peculio.
Ya hubiese querido disponer de estos textos durante mi periodo de estudiante para ilustrarme sobre la historia de la profesión a la que me acercaba.
Aunque el Dr. Salvador ha demostrado una vez más su sensibilidad al exponer su idea yo no quiero quedarme al margen.
Solo puedo decir que esta colección es muy recomendable para el estudiante (¿Quizá ‘estudianta’?) inquieto-a y para los investigadores-ras. (Creo que acabo de hacer el ridículo al final del texto, pero al fin y a la postre la página de “Amigos de la Historia” ES UN ESPACIO DE LIBERTAD).
Saludos cordiales.
Dr. Caparrós