Parece que, por fin, los Amigos que de natural suelen ser voraces lectores de libros, se animan a compartir sus impresiones con el resto de Amigos.
En este caso ese trata del Dr. Ángel Salvador quien comparte sus impresiones acerca del libro “Historia de la Veterinaria Medieval en Asia Central y Extremo Oriente”.
Esperamos con cierta fruición que esta recensión inicie la correspondiente polémica entre los interesados, convencidos como estamos que la crítica es una función superior de algunos humanos (no de todos, claro). Muchas gracias por ello, y a ver si se animan más Amigos (o incluso enemigos o indiferentes).
He aquí sus palabras.
No es tarde si se llega a tiempo. A comienzos de año, los Amigos Miguel Ángel Vives y María Cinta Mañé presentaron su tercera monografía de la serie Historia de la Veterinaria, con la que comienzan su recorrido por la Edad Media, en este caso dedicada a Asia Central y Extremo Oriente, geográficamente lejanos pero atractivos para los estudiosos de la historia de la veterinaria.
Una característica es común a lugares y periodos, la especial estima del caballo, por su gran importancia militar y como signo de poder y riqueza. Es una constante desde la antigüedad hasta la primera mitad del siglo XX. Y la estepa de Asia Central, con continuas extensiones de pastos, sin apenas arbolado y con hierba resistente a la sequia, que se extiende a lo largo de 13.000 Km, reúne las condiciones precisas para la proliferación de dos razas autóctonas de caballos, Przewalski y Tarpán, base de la expansión bélica de los pueblos nómadas esteparios.
Curiosamente, dos razas en peligro de extinción la primera y extinguida la segunda, como algunos de los pueblos de la estepa que los utilizaron, desaparecidos sin dejar rastro. Un apunte: la Reserva del Bisonte Europeo, situada en mi querida montaña palentina, cuenta con un par de ejemplares de Przewalski.
Como documentan los autores, los varios cientos de miles de caballos existentes en la estepa en el Medievo es difícilmente imaginable hoy. Este número tan elevado, lleva a que la medicina animal no sea contemplada como una actividad profesional diferenciada, ya que resulta más económica la sustitución del animal considerado de pronóstico incierto. Sin embargo, esa falta de profesionales hace que la etnoveterinaria esté ampliamente extendida entre guerreros, jinetes y población general. Está basada en la fitoterapia, aunque también cuenta con algunos remedios no botánicos y con técnicas como sangría, cauterización y moxibustión. De modo que en los ejércitos que llegaron a Europa Central comandados por Gengis Kan o sus hijos, no había ningún veterinario, de lo cual me he enterado ahora, Joseph Lacier, en la colección Historias de la editorial Bruguera, que releí de muchacho, nada se decía.
Pero la gran sorpresa está por llegar, y en forma de cura de humildad. Cuántas veces hemos leído e incluso repetido por escrito, que la primera Escuela de Veterinaria del mundo se funda en Lyon en 1761. Los doctores Vives y Mañé documentan cómo en el siglo X, la enseñanza superior universitaria en China incluye medicina, veterinaria y derecho, y cómo en el extenso territorio de China, está regulada la formación veterinaria y el acceso al ejercicio profesional, la distribución de medicinas, la prevención de epizootias y la periódica emisión de informes sobre la salud de la cabaña ganadera. Sin faltar un recorrido por la medicina tradicional china (MTC), la acupuntura y la moxibustión.
La lectura de esta muy documentada obra supone un goce para los interesados en la historia de la veterinaria, y debe considerarse imprescindible para quienes se encargan de impartir la materia.
Mi felicitación por el nuevo libro de Cinta y de Miguel, un nuevo hito para su monumental Historia de la Veterinaria. ¡Cómo le hubiera gustado a mi padre conocer esta obra y, sobre todo, a sus autores! Un fuerte abrazo y a ver cuando tengo oportunidad de leerlo.
José María de Jaime