Hace unos días, el Dr. Jodra nos hablaba de la dedicatoria del autor de un libro del siglo XIX que había adquirido por internet, y esto nos recordó la agradable sorpresa que nos proporciona el primer vistazo a estos libros antiguos, cuando descubrimos en su interior pequeños “tesoros” manuscritos por su propietario, generalmente cuentas de gastos o listas de clientes; también dedicatorias. Esta fue la causa de que recuperáramos una carta firmada por Juan Chordá y Montó fechada el 17 de mayo de 1861, que encontramos hace ya tiempo en el tomo de la revista El Monitor de la Veterinaria del año 1861, y que teníamos reservada con el objeto de indagar sobre ella pues nos llamó la atención la nota que su autor añadió al final y que dice: No fue insertada porque el director es de ideas contrarias; pero sin embargo, publicó un resumen.
Y esto fue lo que averiguamos. El encabezado de la carta indica que es una contestación al Sr. Iglesias, por lo que no fue difícil localizar en la revista el artículo que originó la polémica y el intercambio de misivas en un medio de amplia difusión. Los protagonistas son dos veterinarios: Antonio Iglesias, albéitar revalidado de veterinario de 2ª clase, de 46 años de edad; y Juan Chordá y Montó, profesor veterinario de 1ª clase, subdelegado de partido de Sueca (Valencia), inspector de carnes en esta villa y de 25 años de edad; su nombre nos resultó familiar, de resultas de haber leído otras aportaciones suyas en esta misma revista.
El tema objeto de la polémica no es ni nuevo ni desconocido. La separación del herrado de la veterinaria estuvo de actualidad en estos años, concitando por igual partidarios y detractores. No pretendemos aquí entrar en el fondo del asunto ni en las razones de unos y otros, lo que sin duda podría dar lugar a un estudio extenso y detallado, sino únicamente relatar uno de los intercambios epistolares que se produjeron sobre este tema.
El origen de este capítulo tiene lugar cuando en el nº 59, del 15 de febrero de 1861, se publica en el epígrafe “Sección doctrinal” del Monitor de la Veterinaria el escrito firmado por Antonio Iglesias que, bajo el título “Consejo de un práctico a los escolares de veterinaria referente al herrado”, responsabiliza a los veterinarios egresados de las Escuelas y que no saben herrar (lo que les dificulta su subsistencia, sobre todo en los pueblos), de ridiculizar el herrado y ansiar su separación de la veterinaria. Aconseja a los estudiantes que se instruyan en el herrado pues eso les facilitará “crédito, honra y dinero”, y dice haber oído que “si me dan a elegir entre un profesor que me mate mi caballo o mis mulas por padecer una pulmonía, pero que me los conserve útiles por saber herrar, y otro que me las cure, pero que me las estropee por no ser buen herrador, prefiero una y mil veces al primero”.
Siguiendo en la misma revista, en el nº 64 de 5 de abril se publica “Un consejo al Sr. Iglesias”, firmado por Juan Chordá y Montó (veterinario de 1ª clase), quien además aclara: “no se crea que soy ajeno a la herradura, hijo de maestro, nací en tienda de herrador, la he ejercitado y actualmente tengo tienda abierta”. En un largo escrito, manifiesta que si la sociedad no ha considerado al veterinario es porque solo podía hablar de veterinaria y practicaba una rutina sin cuerpo de doctrina. Pero ahora se ha visto que los veterinarios entienden de otros temas y esto hace que se les vea con otros ojos. Especialmente crítico se muestra con la opinión de Iglesias acerca de que los veterinarios deben ser verdaderos prácticos (o sea, practicar el herrado) porque los teóricos (el estudio en la Escuela es facilísimo, según Iglesias) no pueden hacer más que daño. Chordá entiende que todo profesor debe conocer el herrado pues lo necesitará en la práctica, pero no debe considerarse tan importante como lo ve Iglesias. Cree que la práctica del herrado debe ser voluntaria y que decida cada veterinario si quiere o no practicarla, añadiendo que conoce pueblos en los que demandan facultativos pues herradores les sobran.
En los números 66 y 67 (de 25 de abril y 5 de mayo) del Monitor se publica la réplica de Antonio Iglesias en la que escribe que Chordá no ha entendido su escrito, que está de acuerdo en que no se puede obligar a ningún profesor a que practique el herrado, pero se queja de que se les dice a los estudiantes que no deben aprenderlo porque les denigra ser ferropatas. A continuación, la Redacción (Nicolás Casas) insta a ambos (especialmente a Iglesias) a abstenerse de continuar con esta cuestión, que ya se ha vuelto personal. A pesar de lo cual, Chordá remite la carta fechada el 17 de mayo de la que encontramos una copia manuscrita, en la que hace gala de su erudición (con referencias al Quijote, al yelmo de Mambrino, Ulises y Minerva, entre otras) y le indica a Iglesias que “los animales útiles y mal herrados siempre prestarán más servicio que los muertos y bien herrados”. De este escrito Casas publica en el nº 69 (5 de junio) un mínimo extracto, dando por cerrado el caso tras indicar que no dará cabida en su periódico a una contestación. Nada más escriben en los próximos números los protagonistas de la polémica, aunque el tema sigue interesando y se sigue tratando en la revista.
Sin embargo, al leer el último escrito de Iglesias nos llama la atención su inicio en el que dice: “Aunque hace cerca de dos meses pudiera haberle contestado [a Chordá], no lo he creído decoroso, porque hubiera sido preciso dirigirme a otro periódico, que ni aun siquiera pienso nombrar, pues desprecio cuanto en él se ha dicho y se dice de mi”. Lo que nos llevó a buscar en La Veterinaria Española, revista continuación de El Eco de la Veterinaria y editada por Leoncio F. Gallego y Juan Téllez Vicén, adversarios de Nicolás Casas, editor del Monitor.
Conocida es la rivalidad existente entre los dos periódicos, con líneas editoriales y posturas distintas respecto a importantes temas profesionales (el herrado o la situación de los albéitares, por ejemplo), que evidenciaban la enemistad entre sus editores. Aunque justo es reconocer que la postura de Nicolás Casas era más tranquila, en contraposición con Leoncio Gallego y Téllez Vicén que se mostraban más provocadores. Y concretamente en este tema, Casas no es partidario de la separación del herrado (son numerosos los editoriales en este sentido), mientras que los editores de La Veterinaria Española defienden lo contrario. En el nº 129 de esta última revista, de fecha 28 de febrero de 1861, tan solo trece días después de la publicación en el Monitor de la primera carta de Antonio Iglesias, Leoncio Gallego se hace eco de ella afeando a Iglesias que ponga sobre la mesa el debate sobre el herrado, que debía estar ya solucionado, aludiendo a “un don Fulano de Tal, que nos es muy conocido” y avanzando que no publicará en su revista ningún escrito sobre el tema aexcepción de tres que ya obran en su poder y que aparecerán en los próximos números. Ahora quizá nos llame la atención que la contestación a un determinado escrito se envíe a una revista distinta, pero en los primeros periódicos profesionales veterinarios no eran raros los cruces de opiniones, alusiones, críticas y hasta descalificaciones entre unos y otros. Y por otra parte, las cartas de Chordá dirigidas al Monitor y a La Veterinaria Española llevan la misma fecha, 23 de febrero, aunque esta última revista es la primera en publicarla.
Así, en el nº 130 se publica la réplica de Juan Chordá y Montó, casi igual a la publicada más tarde en el Monitor, aunque Gallego indica que ha suprimido la parte final referida a la cuestión del herrado. A cambio, firma seis notas al escrito de Chordá en las que en tono burlesco indica que se ha sentido aludido por el escrito de Iglesias, apostilla los argumentos de Chordá y aprovecha también para atacar a Nicolás Casas. El segundo de los escritos de contestación a Iglesias lo firman “tres profesores distinguidos” (Felipe N. Sancho, Lope Alonso y Pedro Pérez y Pérez), mientras el tercero lo firman “varios alumnos” sin identificar. No hay notas de Gallego en esos escritos.
De la misma manera que el Dr. Jodra considera con toda lógica que el libro que adquirió perteneció a D. Santiago de la Villa, parece también que este tomo que reúne los números del Monitor de la Veterinaria debió de pertenecer a Juan Chordá y Montó, profesor veterinario de 1ª clase, subdelegado de partido, inspector municipal de carnes y colaborador activo en la prensa profesional de su época. La información rica y variada que nos proporciona esta prensa, todavía poco estudiada, nos proporciona de una manera fidedigna con sus luces y sombras la imagen de nuestra profesión en el siglo XIX. Y su lectura “engancha”, sin duda.
Excelente artículo y recomiendo su lectura.
Saludos.
Dr. Caparrós
¡Qué interesante!. Un buen trabajo de seguimiento de una polémica.
Saludos.
Miguel Angel Aparicio