Una de las muchas satisfacciones que proporciona la práctica de la historia de la veterinaria es la posibilidad que ofrece de colaboración y de intercambio de información con otros profesionales no veterinarios como nosotros. Sin esa transversalidad tan necesaria y conveniente, nuestro trabajo se vería constreñido a un único punto de vista y nuestra investigación sería más monótona y, desde luego, menos interesante. Y eso en el supuesto de que pudiésemos avanzar.
Debemos reconocer que sin la existencia de internet todo esto sería mucho más difícil (también es verdad que ahora podemos valorar más la labor de nuestros predecesores). Por eso nos encanta publicar noticias como la del pasarriendas de Villaobispo, el artículo sobre caballos, códices y veterinarios que incluye una carta de Apsirto o el libro sobre los animales en los espectáculos romanos, pero mucho más nos satisface cuando sus autores se ponen en contacto con nosotros como así han hecho Víctor Iturbe, Juan Antonio Icardo y María Engracia Muñoz-Santos, los protagonistas de las tres noticias anteriores, quienes, además, nos han ofrecido sugerentes correcciones que agradecemos.
Deseosa de aprender de todos ellos facetas de las que carezco debido a mi formación veterinaria, traigo hoy a esta web el blog de María Engracia Muñoz-Santos, “Arqueología en mi jardín”, en el que la autora se hace eco nuestro libro sobre la veterinaria grecorromana a propósito del ántrax en la antigua Roma. Preciosa la transcripción del texto de Virgilio.
No olvidemos que, como especie, el homo sapiens solo ha llegado al punto en el que estamos porque en su día aprendió a colaborar con otros.